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    El mediterráneo... Retrato de las orillas


















    Houssemeddinn Chachia
    (Repaso de José Rodríguez Escobar)

    (Las pinturas no tienen referencias, intenta sentirlas, que cobren significado)

    El Mediterráneo, o como le llamo mi amigo portugués Santiago “Médio do Mar”, es el “lago de Roma”, escenario de las incursiónes de Barbarroja y Aruj, sendero de Elisa, mítica fundadora de Cartago, de las naves de Carlos V hundidos frente a las murallas de Argel, y victoriosos en las de La Goleta, de la derrota de Lepanto, y las victorias de Quilj Ali, del desembarco, de los aliados en Cerdeña.

    Hogar de cientos y cientos de barcos y submarinos dormidos en los intestinos de este gran mar, como también reposan en su seno los que partieron soñando el paraíso del Norte.

    Fortaleza para Europa, puente de África, paréntesis entre dos mundos, enlace entre dos orillas, o entre más, en multitud de orillas, entre Tánger y Algeciras …Táriq ibn Ziyad arenga a sus tropas en perfecto tamazight o en balbuceante árabe: “El mar está detrás de vosotros y el enemigo delante...”, y tras él, por su senda Musa ibn Nusair, que surcar el “Mar del Medio” es gran honor para el que busca la gloria o presta el socorro..., y digan los historiadores lo que quieran..., y todas las flotas, hasta las del Rey chico, que cruzaron hacia el norte retornan al sur, y los antiguos derrotados del norte vuelven hoy victoriosos, hasta que “Alcazarquivir”, y los jenízaros del gran Visir les detuvieron.

    Los puertos del “Mar del Medio” dominan todas las lenguas, todos los acentos, exclaman “Ojalá”, los mercaderes del puerto de Valencia, “Inchalah” en Alejandría y “Ochalà” los caballeros de Santiago en Mértola.

    En Marsella los estibadores embarcan “Le Sucre”, que en Salé se transforma en “Asucar”, botín de los piratas hornacheros, que quizás vendan a mercaderes venecianos.
    Y en el mar, los piratas aborda un barco de peregrinos musulmanes, "que ahora pagarán el precio de su redención, o serán condenados al cautiverio y a galeras"… y Osta Mrad replica que el Mediterráneo no es solo italiano, y que la sandia de Chipre está al alcance de los corsarios berberiscos.

    Tal vez aun hoy, los viajeros escuchan palabras hebreas, árabes, castellanas, catalanas… portuguesas, allí donde se mezcla el gemido con la oración, y las olas susurran leyendas de navíos repletos de expulsados, de Murcia, de Valencia, de los Alfaques, de Barcelona y Lisboa…, de barcos que sin rumbo navegaron, de capitanes sin alma que hicieron del “Mar del Medio” el ultimo dormitorio de los desterrados, de islas remotas donde les abandonaron, enfrentándolos a un destino fatal.

    Y narran que algunos de entre ellos volvieron a navegar de nuevo, hacia las tierras de sus abuelos, hacia el norte, mientras que otros anidaron en la otra orilla del mediterráneo, y cada tarde observando, en cada puesta del sol, el rojo horizonte trasmiten a sus nietos que, tras ese lago de aceite, duerme la patria perdida…

    Y tal vez, después de cuatro o cinco siglos, aún escucha algún superviviente el desgarro de una madre gritando “este que lleváis lejos es mi hijo pequeño”… y, tal vez ese niño buscó su recuerdo, preguntó a las olas por su familia, y aún hoy las encontrará en las esquinas de Testur, de Tremecén, de Chauen…, y también en sus plazas mayores que fueron escenarios de las corrida de toros, al ejemplo de Madrid, de Málaga, de las ciudades del sur de Francia…, y las encontrará en la sonrisa de una muchacha de rubio pelo y ojos azules, en su collar con « una Ghomssa », o como llamaban en su patria perdida « la mano de Fatima »

    El Mediterráneo es nuestra geografía cultural y genética, hijos de historias de amor en sus puertos, de tratos de burdel entre mercaderes y prostitutas en Cartagena o en Yerba, de los idilios de Fasis con sefarditas que narraron León el Africano o Al-Hasan Al-wazen… hijos del fruto del amor de un capitán argelino, de una esclava de Malta o de Chipre…, del matrimonio de un converso emigrado con nativa, quizás del fruto de la violación de las mujeres de las ciudades mediterráneas arrasadas.

    Todo esto fue el “Mar del Medio” « Mare Nostrum» de los romanos, que los turcos nombraron «Ak Deniz », que abrazó a todo el mundo, que transportó a todos a donde anhelaban, peregrinos a Jerusalén o Yerushaláyim, a Al-Madīna al-Munawwara, (la Ciudad Luminosa) o Makkah al-Mukarrama (Meca), a veces victoriosos y otras veces derrotados, navíos llenos del trigo de la Béja tunecina o portuguesa, de cerámica de Sevilla, de esclavos que esperan el precio de su libertad de las donaciones de las iglesias de Matriz, o la Mezquita de Al-Azhar, barcos que transportan el oro o la peste, que llevan la ruina o la esperanza…

    Es del Mediterráneo, manchado con las sangres de millones que perecieron en las grandes batallas y tormentas, de donde viene el mal…y es del Blanco Mediterráneo que en cada noche se incrusta de miles de lámparas de pequeñas embarcaciones de pesca, de donde viene la bondad.

    Fuente: Los Moriscos De Túnez
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